El vector de la victoria

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La victoria es la gran bacteria que provoca la histeria de nuestra historia; no estaría esta histeria sin este afán de victoria. Vivimos bajo el vector de la victoria, forzados a ser gestores de nuestra historia; “haz tu victoria, haz tu victoria”, nos torean y nos vitorean mientras nos atan a sus tareas y no nos dejan escapatoria. Nos dan anhelos pero nos anulan, nos dan premios que nos oprimen, nos dan modas… y sí dan medios. Sus medios. Para que medie entre todos su dada medida, para que nos acomodemos y les demos y les demos y veamos como nuestra su victoria:

Consuma, consuma con sumo afán,
adéudenos, denos.
Progrese, progrese, acreciente sus ingresos;
y egréselos y egréselos
para que regresen bien gruesos.

Vivimos bajo el vector de la victoria, y en este mundo sectario y de relaciones utilitarias hasta nuestras prácticas amatorias se rigen por la victoria. Nos la inducen en la indumentaria, y los contestatarios que piden paritarias igualitarias, y los mandatarios que prometen medidas propiciatorias… Incluso la industria alimentaria la alimenta en nuestra mente, parece que estuviera ya en nuestras vías respiratorias.

Pero no. Sus campañas panfletarias y publicitarias nos llegan, sí, pero también nos llagan. Cada vez nos subyuga menos el yugo de la victoria monetaria
y propietaria que tanto pregonan. No es solo
aleatoria victoria lo que corre por nuestras arterias; la aleación de nuestra materia, ¿no es lo abyecto y lo correcto?, ¿no es por caso fracaso, acaso; no es martirio y es victoria? ¿No hay victoria en el fracaso, no hay victoria en el martirio, y no hay martirio, fracaso y abyecto en la victoria? ¿O no hay victoria de lo abyecto, o no hay nada correcto en el fracaso? ¿No es victoria, fracaso y tantas cosas lo que acosa y acusa nuestra historia?

Somos un cúmulo inmenso de combinatorias y no es solo meritorio lo que alcanza la victoria. Nos llegan mensajes contradictorios. Somos contradictorios, somos contradicciones, pero en esta puja de dicciones contra dicciones está en nosotros determinar qué dicción y qué acción cuentan. No seamos tan rudimentarios como para ajustarnos a ideas reglamentarias de lo que debe ser mayoritario y minoritario, prioritario y complementario en nuestra vida. Somos un misterio que debemos develar con nuestro criterio. Y no necesitamos pasar por comulgatorios ni purgatorios ni escuchar ajenos recordatorios para oírnos, ni necesitamos más recetarios que nos reciten con qué curar nuestro querer o qué adosar a nuestro desear.

Sabemos.
En nuestro seno está nuestro sanatorio
y en nuestra labor nuestro laboratorio.

En nuestro seno está nuestro sanatorio.
Y en nuestra labor
nuestro laboratorio.

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